Las Olimpiadas son el mayor evento deportivo mundial, en el
que participan atletas de muchísimas naciones, y como tal reviste también un
fuerte valor simbólico. Por ello la Iglesia católica lo contempla con
particular simpatía y atención. Oremos para que, según la voluntad de Dios, los
Juegos de Londres sean una verdadera experiencia de fraternidad entre los
pueblos de la Tierra.
BENEDICTO XVI
Castelgandolfo
Domingo 22 de julio de 2012